Nuevo proyecto

Nuestro nuevo proyecto ya está en marcha, aún están modificándolo, pero ya he empezado a escribir a muy buen ritmo. Así que aunque aun no es lo definitivo os pongo ya el enlace para que no se os vaya acumulando el trabajo.
Esto es una pequeña muestra de lo que estoy haciendo. si os gusta ir al blog, leer mas post y luego me comentáis.
Muasssssssssss y gracias por estar ahí apoyándome.

Audiencia provincial


Entré en el patio de casa temblando. Ya ha empezado el frio otra vez antes de tiempo. En pocos días comenzará a nevar. Pero este año será distinto, cuatro años ahorrando y dos sin vacaciones para librarme un año del duro invierno y pasarlo tirada en la hamaca de una playa con un mulato impresionante al lado.
Abrí la puerta de mi casa, me quité el bolso y los zapatos y sonó el timbre. Me quité el
Audiencia provincial
Audiencia provincial
abrigo mientras abría la puerta. Era el cartero. Me entregó una carta certificada y me hizo firmar.
—Espero que no tengas nada planeado para los próximos meses. — Dijo con voz burlona
—Me voy de viaje, así, que si quieres una cita tendrás que esperar hasta la primavera.
—No sé yo…— Se rió mientras bajaba las escaleras.
—¿Una carta de la Audiencia provincial? ¿Qué es esto? ¿Cómo? ¿Qué? ¡Joderrrrrrrrrr! ¿De qué coño está hablando? ¿Que he sido seleccionada para un jurado popular para dentro de un mes? Esto es una broma, ¿verdad? Ya sé porque se reía el cartero, será cabrón.
Llamé a Lorenzo, mi amigo el abogado.
—¿Cómo que no tengo excusa para no ir? Estás de coña, ¿no? ¿Recuerdas…? Me voy al Caribe.
Silencio.
—Si, si. En la carta lo pone muy clarito que he sido seleccionada… Como si me hubiese tocado un coche, joder. Pues yo voy a ir a hablar con el juez ese.
Cogía el teléfono con si fuera a estrangularlo y mi amigo no me ayudaba.
—Tienes la gracia en el culo y mejor me callo donde te puedes meter la estufa. Que hasta seguro que te gusta. Pero yo me voy al Caribe y que me busquen.
No pude pegar ojo aquella noche. Me levanté temprano. No tenía mucha hambre, así que me fui directa a la ducha y me arreglé. Me puse un suéter negro de cuello alto de licra. Unas medias negras muy tupidas, un vestido de lana color berenjena, de manga corta y por medio muslo. Me calcé mis mejores botas altas, por debajo de la rodilla, tacón de 15 centímetros y muy ajustadas a mis pantorrillas. Me puse mi tres cuartos de cuero negro y salí dispuesta a todo con tal de no quedarme sin mis vacaciones.
Llegué a la Audiencia Provincial. No había hombre que no me mirara y me sonriera. Mi maquillaje natural era perfecto. Acaparaba todas las miradas masculinas y me veían… simplemente preciosa.
Esperé a que la secretaria del juez me lograra un hueco para que el Sr. me recibiera.
—Puede pasar, su Señoría le atenderá enseguida.
Me senté delante de la mesa de despacho. Se abrió la puerta y apareció un hombre de unos 45 años de muy buen ver.
—Usted dirá, señorita.
—Verá. He recibido esta carta para ser jurado y no puedo. Dígame que tengo que hacer para renunciar.
—¿Renunciar? Creo que lo tiene un poco difícil. Veamos. No la veo con cara de más de 65 años. ¿Ha sido anteriormente jurado?
—No. Aunque si he jurado y no en vano.— El me sonrió.
—¿Tiene cargas familiares por las que no se pueda presentar?
—Tengo un perro muy pesado y mimoso. ¿Eso vale?— Está vez se rió.
—Creo que eso no cuenta. ¿Desempeña un trabajo de relevante interés general cuya sustitución originaría importantes perjuicios al mismo?
A ver como se lo explico yo ahora al tío este.
—Bueno… digamos que soy escritora y experimentadora.
—¿Cómo? Explíquese mejor.— Se puso cómodo en su sillón y me miró atento, esperando mi respuesta.
—Una pregunta. Si juro decir la verdad y toda la verdad, ¿me puedo encomendar a la enmienda esa de que he sido jurado con anterioridad?
Se le escapó una gran carcajada.
—Sorpréndame, no va por mal camino.
—Verá. Escribo en blogs eróticos, me gusta investigar temas para mis post y, claro, luego probarlos. Hay que contrastar la información siempre.— Le sonreí.
—Interesante. Sigamos. ¿Tiene su residencia en el extranjero?
—Casi. En unas semanas tengo un viaje programado por tres meses en una isla tropical. Puedo quedarme a vivir allí.
—Va a ser que eso no sirve. Tendría que tener la residencia en el momento de haber recibido la citación, no a posteriori. Pero buen intento. Pinta de militar profesional no tiene aunque creo que más de un miembro de su cuerpo ha pasado por el suyo.— Sonrió maliciosamente. Me sonrojé.
—Afirmativo. Veo que más de uno. — Continuó hablando el Juez.— Un último intento. “Los que aleguen y acrediten suficientemente cualquier otra causa que les dificulte de forma grave el desempeño de la función de jurado…” ¿Que se le ocurre? Le doy un tiempo para pensárselo. No tengo prisa y me estoy divirtiendo mucho.
Pienso…, solo se me ocurre una cosa, tirarme al juez, que por cierto no está nada mal y tiene su punto. Joderr. tengo que dejar de pensar como si estuviera escribiendo. Se me ha hecho una mente muy calenturienta. Pero… es que cada vez que lo miro me parece la mejor opción, por lo menos la más placentera y ya que creo que me voy a quedar sin vacaciones por lo menos que me quiten lo bailao. Que al juez este me lo follo… Pero… tengo que pensar algo impactante, que lo ponga a cien y no pueda decir que no. Será duro de roer. Reviso la habitación y lo veo allí encima de la mesa. Sonrió pícaramente¡Encontré mi solución!!.
—¡Uyyyyy! Esa carita se ha iluminado, creo que está tramando algo la señorita.
—Si soy buena conocedora de la ley y del entorno principal que está implicado en el juicio, ¿podría servir?
—Dispare. Estoy impaciente por saber cómo va a salir de esta.—
Me levanté y me quité el abrigo dejándolo sobre la silla en la que estaba sentada.
—¿Qué sabe usted de leyes? ¿Es abogada? ¿Estudiante de derecho? ¿Pasante…?Espere. No me lo diga. A mediodía ve “De buena ley”…— Rió burlescamente.
Me acerqué a su mesa y cogí el martillo que había sobre ella. Lo miré con lujuria y pregunté.
— ¿Esté es el símbolo de la ley con el cae todo el peso de la justicia?
—Podría decirse que sí.
—Uhmm.. O sea, que esto es la ley.
Él se recostó en su sillón y cruzó sus manos debajo de su cabeza.
—¿En qué está pensando, señorita?
Me senté encima de la mesa, subí mis pies, me di la vuelta hacia él y separé mis piernas. Él podía ver mi sexo dibujado en mis medias. No llevaba ropa interior.
Empecé a acariciarme con el martillo y mirándole a los ojos le dije:
—La ley es dura, muy dura. Dura cuando tiene que ser dura con quien se lo merece o se lo ha buscado. Básicamente diría que la ley es dura, imponente y, como te descuides, te jode.— Una risa desbordó su boca.
(sigue leyendo en Delicadamente)